Leer a Saramago

31 de julio de 2010



¿Qué es lo que me gustaría leer de Saramago? Su declaración de la renta (vulgo IRPF)...La que nunca escribió ni firmó en los últimos años, desde que se instaló en la isla de Lanzarote (Spain). Según la Agencia Tributaria (esa Hacienda que dicen que somos todos), le llegó a deber al fisco más de setecientos mil euros...
Estas minucias, desde luego, no empañan la calidad literaria del autor. Hasta ahí podíamos llegar. Pero sí emborronan su trayectoria como intelectual comprometido, como abogado de causas perdidas.Porque si no te comprometes -con la pela- con el sitio donde vives, qué sentido tiene comprometerse con lo que ni te roza. Queda bien, pero a la luz de lo otro, resulta bastante cínico.
Lo siento, pero se me han caído los palos del sombrajo con Saramago. ¿Será, además, porque es una época de crisis económica, de recortes de sueldos, de congelación de pensiones,de contrarreforma laboral? Y deberle al fisco más de cien millones de la antiguas pesetas es ligeramente...grave.

(En la ilustración, el municipio lanzaroteño de Tías, donde residió Saramago los últimos años de su vida y donde falleció).

Onfray

30 de julio de 2010


Le voy a dedicar a Michel Onfray una etiqueta aparte, separándolo de la genérica "filósofos". No es que comulgue con la totalidad de su pensamiento (es muy difícil, aunque loable, sustentar todo el edificio del pensamiento en el concepto de "placer") pero me parece extraordinariamente interesante. Onfray no es un dador de recetas para uso del consumidor (una autoayuda fina, vamos a decirlo así), ni le hace la pelota al lector.
Él expone su pensamiento con una contundencia y una persistencia admirables. Y se atreve con las religiones del libro: en este "Tratado de ateología, carga por igual contra el cristianismo, el islam y el judaísmo".
Sólo he leído seis de sus obras y ésta ha sido la última. Pero quizá la que define mejor el espíritu de este osado pensador francés. Y es que pensar y decir siguen siendo operaciones arriesgadas en este mundo contemporáneo, aunque parezca lo contrario.

Michel Onfray, "Tratado de ateología". Barcelona, Anagrama, 2008.

Sherlock Holmes

29 de julio de 2010



El caso de Arthur Conan Doyle es el típico caso del autor fagocitado por su criatura literaria. Es más, leyendo su biografía, sentimos a ratos conmiseración, a veces sorpresa, por las peripecias vitales de este autor que, como otros muchos, llega a renunciar al personaje al que le debe la vida literaria. Conmueve el empeño que pone en crear otras obras más serias y, sobre todo, el asesinato que perpetra contra el pobre Holmes. Como nos cuenta Jesús Urceloy -a cargo de esta edición-, después de despeñar al detective junto a su rival Moriarty, llegaban cientos de cartas a la casa del escritor, rogándole (e incluso amenazándolo) que resucitara al personaje. Y se crearon clubes y asociaciones con la consigna "Viva Holmes" (pág. 30). Los escritores, como los padres, son responsables del alumbramiento y crianza de sus hijos, pero no, está visto, de lo que hagan estos luego por sí mismos...
Este libro recoge el conjunto de la obra protagonizada por Sherloch Holmes, hasta un total de sesenta novelas, más o menos cortas, y relatos. Todavía no me los he leído (hoy ha llegado el libro a mis manos), pero tengo disfrute para rato.

Arthur Conan Doyle, "Todo Sherlock Holmes". Edición, introducción,notas y apéndices de Jesús Urceloy. Madrid, Cátedra, 2010. 7ª edición; 1661 páginas.

El mar, el mar

28 de julio de 2010



Spinoza, en su “Ética”, habla de un escritor español contemporáneo suyo que había perdido la memoria. Hasta tal punto, que no recordaba ser el autor de su propia obra. “(…) he oído contar de cierto poeta español que, atacado de una enfermedad, aunque curó de ella, quedó tan olvidado de su vida pasada que no creía fuesen suyas las piezas teatrales que había escrito…” (pág. 333).
Iris Murdoch también padeció una severa demencia que le impidió, en la última fase de su vida, saber que había sido escritora. En su madurez literaria, había escrito novelas hermosas y terribles, auténticas mareas narrativas que arrastran a sus personajes por abismos y los destrozan contra los acantilados de las pasiones humanas.
Hoy hablaré de “El mar, el mar” (He leído también “El príncipe negro” y “El sueño de Bruno”). Cuando lo leía, yo pensaba en el alto mar de las novelas de Enid Blyton.
Un mar pletórico también de mareas peligrosas y rocas que astillan los pobres botes de remos. El mar de Iris me parecía el mar de Los cinco hecho adulto. Un mar encrespado que no era sino el reflejo de las tormentosas relaciones de los humanos. En este caso, las que se establecen en torno a un famoso dramaturgo, Charles Arrowby, que se refugia una casa junto al mar con la intención de escribir sus memorias. Y a la vez que lo va haciendo, no sólo ajusta cuentas con su pasado, sino que éste revive con las numerosas visitas que va recibiendo en su casa marina. Un primer amor incluido.
Los sentimientos (en especial el sentimiento amoroso), son las poderosas corrientes que arrastran a los personajes de Iris hacia parajes desconocidos: los más insondables, los del alma humana. Pues, con ser terribles, podemos llegar a conocer los fondos marinos, pero no creo que sea tan fácil conocer, en la misma medida, el corazón de los humanos.

Spinoza, "Ética demostrada según el orden geométrico". Madrid, Alianza, 2007.

Iris Murdoch, “El mar, el mar”. Barcelona, Lumen, 2004.

Gaélicas

27 de julio de 2010


Las casas de los pueblos son así. Guardan las cosas más insospechadas. Libros, Sorpresas. Libros que son una sorpresa porque que no recordabas siquiera que los tenías. Y, de pronto, adquieren una nueva significación con una lectura veraniega reposada (como sólo pueden serlo las lecturas del estío, sin urgencia horaria, meditadas).
Eso me ha pasado con el libro de Catriona Zoltowska y Antonio Rivero.
La introducción me recuerda al Borges que, con amenidad, nos introduce en las literaturas germánicas. En la de estos autores se hace referencia a los orígenes del gaélico escocés, una de las ramas del árbol de las lenguas celtas, llegado a la zona desde la vecina Irlanda en el siglo VI d. C.
Las canciones recogidas tienen la peculiaridad de que, en su mayoría, están compuestas por mujeres. De algunas de esas autoras se recoge una breve noticia biográfica al final del libro; tienen nombres tan espectaculares como Donnchadh Bàn Mac an t- Saoir (que murió en fecha tan tardía como 1812) o Dòmhnall mhic Fhionnlaigh nan Dan (que vivió en la primera mitad del siglo XVI).
Los tipos de canciones son también muy curiosos, yendo desde los lamentos hasta las canciones de enfurtir (composiciones que se cantaban mientras se trabajaba la lana) o las ceòl sidhe (literalmente música de hadas, pero que en realidad cumplían la menos poética función de vincular un clan a un territorio concreto).
Una de las más hermosas -y dramáticas también- es el Lamento por Ghrigoair mac Ghrigoair de Gleann Sreith ,decapitado en 1570 en el que se dice: “Pusieron su cabeza sobre un tocón de roble/y vertieron su sangre en el suelo: /si yo hubiera tenido allí una taza/la habría bebido hasta saciarme”.

(En la ilustración, el "Book of Deer", manuscrito escocés del siglo XII con anotaciones en gaélico).

“Canciones gaélicas. Antología de la poesía vernácula escocesa (siglos XVI-XVIII)”. Edición y traducción de Catriona Zoltowska y Antonio Rivero Taravillo.
Málaga, Diputación de Málaga, 2003.

Agustín de Hipona

22 de julio de 2010


Durante una época de mi vida, viví en el siglo IV d.C. Es decir, leía todo lo que caía en mis manos sobre él, lo compraba todo (libros de viejo, actas de congresos, libros de librerías religiosas -homiléticas, hagiografías, compendios de literatura sacra. Y por supuesto, monografías históricas.
Todavía no puedo resistirme a cualquier autor de la época que no tenga en estantería. O a estudios tan interesantes como el de Mercedes Serrato sobre el ascetismo femenino en Roma, o el de Pedro Castillo sobre los mártires hispanorromanos.
Acabo de ver que Jesús Mosterín acaba de publicar una obra sobre el pensamiento cristiano en el que, al parecer, le dedica una buena parte a Agustín de Hipona (San Agustín para los amigos).Sobre el personaje en cuestión, ya tengo la biografía monumental de Brown (de Peter, no del otro papafrita)en Acento.
La obra de Mosterín no creo que me la compre. De este autor sólo he leído una obra: "La naturaleza humana". Un sesudo estudio para demostrar que los humanos...tenemos naturaleza. Bueno, no es tan simple la cosa. Se trata de una obra estupendamente documentada sobre los aspectos que conforman al ser humano como tal (reproducción, muerte, genoma, mente y cerebro...etcétera). Pero acaba con un misticismo tan barato, con una salida de pata de banco, traicionando todo el empeño racionalista y el cúmulo de datos tan bien trabados y expuestos con lucidez, que es una pena que sea ése el colofón. Cito textualmente. "En la lucidez incandescente de la conciencia cósmica se esconde la promesa de la armonía,la sabiduría y la felicidad. (...) La ciencia sin mística corre el riesgo de quedarse en mera gimnasia metodológica" (pág. 402). Toma ya (si ésa es la única gimnasia que podría gustarme a mí).
No, no me voy a comprar la obra de Mosterín. Un irracionalismo no puede combatirse con otro.

Jesús Mosterín, "La naturaleza humana". Madrid, Espasa-Calpe, 2006.

Peter Brown, "Agustín". Madrid, Acento, 2000.

Nicab

21 de julio de 2010


Ayer, 20 de julio, el Congreso de los Diputados español rechazó, con 169 votos a favor y 183 votos en contra, la propuesta de prohibir el uso del burka y del nicab (mi propuesta ortográfica es ésta, frente al impronunciable, en castellano, "niqab") en espacios públicos.
Claro, la idea partía del grupo popular. Y la progresía muestra una incomprensible paralización frente al uso de esas prendas femeninas (exclusivamente femeninas)tan discriminatorias como denigrantes para la dignidad humana. El problema es que el PSOE padece el prurito (tan sesentayochiano) de que está mal prohibir. O subsiste quizá la falsa idea de que hay que respetar todas las religiones y todos los elementos de éstas, aunque laminen el núcleo duro de los derechos humanos, como es este caso.
La ministra Aído declaraba formalmente el otro día, su oposicón a la prohibición expresa por parte del estado.
En todo caso, personalmente preferiría que, en vez de para la ministra de Igualdad o para la portavoz del PP (en la ilustración), el burka se reservase para Cristóbal Montoro. O para Pepe Blanco. Porque estas prendas imponen, no sólo el desdibujamiento de la personalidad y la subjetividad como referente para el otro, sino el silencio más completo sobre la persona.
Un burka, un nicab son campanas de silencio colocadas sobre un ser humano. Aunque, en el caso de algunos polítcos, a ratos, hasta se agradecería...

Rembrandt

20 de julio de 2010



Con Rembrandt (1606-1669) comienza el mito del pintor moderno. No sólo por su carácter proteico, de creador polifacético capaz de adentrarse con éxito en técnicas (óleo, grabado calcográfico, dibujo)y géneros diversos (retratos, escenas bíblicas, autorretratos), sino por la mezcla indisociable de vida y pintura. Aun cuando pareciese, a partir del Vasari, imprescindible ese entrelazamiento absoluto entre elementos biográficos y desarrollo artístico, es ahora cuando adquiere su verdadera carta de naturaleza. Los amores, las vivencias íntimas, los vaivenes económicos, los cambios familiares, se reflejan en la obra del artista, que deja de ser sólo un cronista social o un empleado al servicio de ricos burgueses u otras instituciones. El elemento interior, trágico, de toda biografía (Odo Marquard, con ironía, afirmaba que toda vida acaba mal, pues acaba con la muerte) se trasluce en la obra del auténtico creador, del artista digno de tal nombre. De quien supere la modesta cualidad de artesano a la que había quedado reducida en el período medieval y en los inicios de la Edad Moderna el pintor. El pintor es ahora un creador de ficciones. Mas, ante todo, el creador de su propia vida impregnada, como no puede ser de otra manera, de arte.

(En la ilustración, un detalle de "La novia judía", uno de sus mejores obras, de 1665; sorprende la riqueza matérica del óleo, con gruesos acúmulos de pigmento que le dan un aire absolutamente contemporáneo).

El chino

19 de julio de 2010


Compré la novela en el aeropuerto de Málaga (la librería Luces ha puesto una tienda muy coqueta en la nueva terminal). Y en el vuelo a Ámsterdam comencé la lectura. Lectura que terminé precisamente en el azaroso trayecto de vuelta (con huelga de controladores encubierta), y con la que he rellenado las horas de hotel y de aeropuerto -limbos imprecisos en los que nada mejor que sumergirse en historias ajenas pero en la lengua materna.
En las seiscientas once páginas de la edición de bolsillo, asistimos a varias historias entrelazadas: la de la jueza Birgitta Roslin, la de los chinos Ya Ru y su hermana Hong Qui, y los asimismo hermanos chinos .pero que vivieron en el siglo XIX- San y Guo Si. La acción. que comienza con un espeluznante asesinato múltiple en una aldea sueca,Hesjovallen, se desparrama en varios escenarios que abarcan cuatro continentes (América, Europa, África y Asia). Recuerda a veces las mejores historias de aventuras decimonónicas (en el caso de los hermanos secuestrados en Cantón llevados a Nevada, USA, para trabajar en los ferrocarriles); en otras, las vicisitudes de la jueza Roslin (o de la policia Vivi) recuerdan la narración más wallanderiana, hecha de análisis psicológico y trama policíaca a la vez. Pero también hay una ambición gigantesca por comprender el mundo contemporáneo, en especial a la potencia emergente que es China, y también al África subsahariana (hay un sorprendente retrato, bastante positivo, de Robert Mugabe, el tirano de Zimbabwe). Y un intento por comprender también la evolución intelectual de cierta progresía occidental, ejemplificada en la de la propia jueza Roslin, que, en su juventud, perteneció a una célula comunista maoísta...
Una novela desmesurada en muchos aspectos, pero que muestra la habilidad narrativa de Mankell y su capacidad para mantener la atención del lector en una novela tan voluminosa.

(En la ilustración, plano de la Ciudad Prohibida de Pekín; según la leyenda, tiene nueve mil novecientas noventa y nueve habitaciones y media, pues no puede superar al cielo, que tiene diez mil).

Henning Mankell, "El chino". Barcelona, Tusquets, 2010.

Lectura y escritura

12 de julio de 2010


Leer y escribir son dos actividades antitéticas por completo. Es cierto que también son complementarias y se retroalimentan mutuamente pero, en lo esencial, son dos actividades excluyentes por completo.
Leer es una actividad placentera y hasta perezosa, que puede estar invadida por la molicie y puede realizarse en las posturas corporales más relajadas (o más estéticas, como en la ilustración). Escribir, por el contrario, es una tarea ímproba, un trabajo de Sísifo, un cuento de nunca acabar. No es que no sea una actividad placentera también (si no, no habría tantos escritores, estoy segura). Pero ese placer es un placer sobrevenido, conquistado; alcanzado a veces tras mucho esfuerzo, con un trabajo considerable detrás.
Por eso está mi blog de lecturas tan magro, porque la escritura le roba hasta los pocos minutos que se necesitan para reseña minúscula. La escritura es una mujer posesiva y absorbente, una dominatrix poderosa, excesiva a todas luces.

(En la ilustración, el óleo del pintor alsaciano Jean- Jacques Henner( 1829-1905), "La lectora", Musée d´Orsay, París).

Sakineh

10 de julio de 2010



Juan Luis Vives, en 1524, escribe:
"En la misma parte de España, siendo yo mochacho, tres doncellas ahogaron con un pedazo de lienzo a una su compañera porque la hallaron con un hombre. En Nápoles un caballero ahogó a tres hijas por saber que estaban corruptas...Y si alguno quiere mirar claro y no por tela de cedazo, hallará que las mujeres que no saben guardar su castidad merescen tanto mal que no es bastante el precio de la vida para pagallo".
Esto lo suelta el benemérito humanista en "Instrucción de la mujer cristiana". El Renacimiento, como se ve, pasó de puntillas sobre las mujeres. Por fortuna, hubo después un movimiento ilustrado y de él surgió el feminismo, el movimiento que que luchó por la igualdad de derechos de las mujeres y lo consiguió...en Occidente (y con muchas trabas y muchas rémoras y muchos crímenes por medio también). En Irán subsiste la bárbara pena de lapidación para las mujeres que utilizan apenas los resquicios de una incierta libertad sexual...

Juan Luis VIves, "Instrucción de la mujer cristiana". Madrid, Signo, 1936

El viaje del elefante

8 de julio de 2010


Sí: hasta en los hipermercados hay literatura. En ediciones baratas, de acuerdo; entre montañas de novelas rosa infumables, también; a despecho de libros escritos por presentadores de televisión ¡cómo no! Pero existe. Lo mismo te puedes traer entre los panes y los filetes un Lope de Vega en Austral, que un premio nobel -éste es el caso- con la etiqueta de la colección del sillón. El libro es un alimento terrestre.
La novela de Saramago que compro lleva esta escalofriante dedicatoria: "A Pilar, que no dejó que yo muriera". Ahora, la viuda no podrá abrir el libro sin sentir una punzada de remordimiento.

José Saramago,"El viaje del elefante". Madrid, Santillana, 2010.

Coles de Voorschoten

7 de julio de 2010


La novela de Hermans huele a patata y a col. No es que la pobreza invada cada uno de los rincones del texto literario, pero sí una cotidianidad opresiva y estanca. Como el olor a col hervida.
El protagonista,Henri Osewoudt, se nos presnta como un niño acechado por la desgracia familiar. Pero en cuarenta páginas, lo vemos ya casado, independiente económicamente...y en una Holanda invadida por los nazis. Osewoudt (que se describe así: "Un vendedor de cigarros, con una mujer fea y tacaña que le lleva siete años y que le engaña, una madre que está loca, un padre que murió asesinado, afortunadamente. Aunque no lo asesiné yo. Qué lástima") se convierte en un peculiar integrante de la resistencia frente al nazismo. Desde su pequeño estanco en la localidad de Voorschoten, es captado, primero por un misterioso Dorbeck -que desaparece sin dejar rastro- y luego, cómo no, por una chica de larga cabellera y gabardina blanca, recién llegada de Inglaterra. O eso dice ella.

Willem Frederik Hermans, "El cuarto oscuro de Damocles".Barcelona, Tusquets, 2009.

Bikini

6 de julio de 2010



Esta mañana me he comprado....un bikini. No todo va a ser literatura, pensará alguno. Pero sí, casi todo es literatura en mi vida (casi he abandonado la música, el cine, por completo; mi vida social, apenas merece tal nombre). Es azul, más azul que el de la fotografía. Lo voy a adoptar como uniforme para las lecturas piscineras (el mar me gusta más como paisaje). La verdad es que tengo por ahí algunos libros acumulados. Ya me acabé el de Padura y el de Benítez Ariza después. Pero tengo las memorias de Casanova prácticamente intactas (qué mal le sentaría este adjetivo al veneciano) y a Hardy también me lo dejé sin terminar, con esa Tess un poco plasta que se dibuja como una hermosa víctima...Pero no quiero víctimas: ya nos dejan demasiadas víctimas las noticias. Quiero heroínas disfrutadoras y vitales. Que cojan las riendas de su vida y las conduzcan exactamente a donde les plazca...Quizá tenga que retomar la escritura de mi novela, con su insobornable (y rebolonda) protagonista. Pero es que siempre ha sido más gustoso leer que escribir...Mañana (lo prometo), cuando el país entero esté siguiendo no sé qué evento deportivo (me niego a hacerle publicidad gratuita), mi menda estará escribiendo. En bikini también.

Zapotes

5 de julio de 2010



Cada novela tiene su fruta. O su alimento característico. O, en su defecto, su alcohol más nombrado.
En esta novela, Mercader y adláteres (Caridad, Kotov) trasiegan litros y litros de café. Pero yo destacaría el deslumbramiento de un Trotski en tierras novohispanas ante alimentos distintos, frutas inimaginables: "(mangos, piñas, zapotes, guanábanas y guayabas) pulposas y dulces, insuperables para coronar el festín de unos gustos europeos deslumbrados por texturas, olores, consistencias y sabores que se revelaban exóticos para ellos. Abrumados por aquel banquete de los sentidos, Liev Davidovich descubrió cómo sus prevenciones se esfumaban y la tensión dejaba paso a una invasiva voluptuosidad tropical capaz de arroparlo en una molicie benéfica que su organismo y su cerebro agotados recibieron golosamente, según escribió". (pág. 252).

Leonardo Padura, "El hombre que amaba a los perros". Barcelona, Tusquets, 2009.

Vacaciones de invierno

4 de julio de 2010



La infancia es un reino oscuro. Un lugar donde se alimenta el adulto que será o del que ese hipotético adulto tratará siempre de huir. En esta novela, Benítez Ariza recrea una infancia setentiana a partir de un episodio preciso: el ingreso de un niño en un hospital tras romperse la mandíbula. Un trance que marcará el fin de esa infancia, descrita desde el conocimiento de las condiciones materiales y las atmósferas sentimentales propias de la época (de las madres con peluca o las enfermeras de medias blancas, a los tebeos de Pumby o los mádelmans y las bicis BH).
El cuidado lenguaje de Benítez Ariza, más allá de la pura representación costumbrista, crea un mundo particular en el que las percepciones adquieren categoría de símbolo. Así, por ejemplo, cuando describe a las madres de otros niños enfermos: "ruidosas, groseras, un poco indecentes en el desaliño con que llevaban la ropa descolocada y en el modo en que se despatarraban en las butacas de gutapercha -podía uno imaginarse la tapicería pegada a los muslos- o al filo de aquella camas siempre deshechas, más nidos que camas, en cuyo centro, como un pollo enfermo, alentaba un niño" (pág.17).
Pero el mundo adulto está ahí, en ese hospital, con su cargamento de atracciones y de dolor también. El día en que, su madre y él, persguieron a una polilla hasta obligarla a abandonar la habitación, descubrieron ambién que la felicidad de su padre no se reducía a una caja de merengues y de dulces borrachos. Tampoco -lo comprobará el lector- una sala de juegos hospitalaria es el mejor trasunto de un idílico mundo infantil...(pág. 87 y ss.).
Una novela deliciosa, muy bien escrita, en la que muchos podrán reconocer fragmentos de una puericia inverosímil:la suya propia.

José Manuel Benítez Ariza, "Vacaciones de invierno". Sevilla, Paréntesis, 2009.

Recomendaciones veraniegas

3 de julio de 2010


Ayer, en un programa de Radio Nacional, el escritor Luis Alberto de Cuenca hablaba de lecturas de verano. De los libros que había seleccionado para su hija: dos de Wilkie Collins ("La piedra lunar" y "La dama de blanco", en ediciones de bibliófilo; y "Drácula", de Bram Stoker).
A mí, personalmente,la recomendación no me servía. Los he leído los tres, si bien en ediciones más bien astrosillas: en libros de bolsillo que vendían con el diario El País (los de Collins; ver etiqueta Wilkie Collins), y en una edición escolar de Anaya el de Stoker.
Luego medité sobre el tema. No por Luis Alberto de Cuenca (al que aprecio), sino por la recomendación generacional. Si mi padre (que trabajaba en una caja de ahorros) me hubiera indicado mis lecturas veraniegas, yo hubiera acabado en el sector financiero. Y hubiera relegado la literatura -estoy segura- al exacto cajón de las piedades filiales.

Perra utopía


Leonardo Padura es un excelente narrador. Porque uno sigue leyendo esa historia que sabe perfectamente cómo acaba, pero no importa, porque la novela te absorbe, te lleva por donde ella quiere (de La Habana a París, de Méjico a Moscú).
Es cierto que en un determinado momento parece como si el autor no supiera o no quisiera concluir la narración. Y te preguntas dónde te conducirá al fin, por qué busca una nueva explicación, una suerte de justificación (o un rosario de justificaciones más bien). Y la apelación a un final tan dramático, tan sentimental, pueda parecer excesiva. Pero luego piensas, no, así está bien, perfecto. Al final, después de todo qué queda sino la pringue de los sentimientos. El pastel del materialismo histórico hace tiempo que se pudrió. "(...) y al carajo Trotski si con su fanantismo de obcecado y su complejo de ser histórico no creía que existieran las tragedias personales sino sólo los cambios de etapas sociales y suprahumanas". (pág. 570). Eso lo dice un personaje, pero el propio Padura, en una nota de agradecimiento escribe: "(...) quise utilizar la historia del asesinato de Trotski para reflexionar sobre la gran utopía del siglo XX, ese proceso en el que muchos invirtieron sus esperanzas y tantos hemos perdido sueños, años y hasta sangre y vida" (pág.571).

Leonardo Padura, "El hombre que amaba a los perros". Barcelona, Tusquets, 2009.

Cementerio

2 de julio de 2010




El Consejo de Europa nombró, el mes pasado, al cementerio de San José de Granada "itinerario cultural europeo". En esta denominación se incluyen cuarenta y nueve cementerios de treinta y siete ciudades europeas; aquéllos que poseen un valor histórico y artístico destacado.
Pero ¡ay! al cementerio de San José le falta una tumba. Una tumba que lo convertiría en centro de peregrinación más concurrido que el Père Lachaise de París: la de Federico.
El fracaso de la excavación de la temporada pasada nos ha vuelto a sumergir en un mar de perplejidades.
Dónde estarás, Federico. Ni siquiera tienes un cenotafio.

Cristina Kahlo

1 de julio de 2010



He vuelto con Padura. Lo abandoné, no tanto urgida por necesidades perentorias (trabajo, etcétera), cuanto por sentirme abrumada por la morosidad del relato. La novela es larga, pero sobre todo, densa. Con dos líneas temporales que se entrelazan (Cuba, 1977; años 30). Con Ramón Mercader y Trosky compartiendo el protagonismo narrativo. Y un misterioso "hombre que amaba a los perros" que le hace insólitas confidencias a un escritor cubano.
Quizá sólo se pueda novelar así una historia tan inverosímil: con la morosidad necesaria para reconstruir la verdad de una historia increíble (más los añadidos de la ficción novelesca).
En Coyacán, en la Casa Azul, un Trostski casi sexagenario perseguirá primero a Crsitina Kahlo (sin conseguirla) y luego a Frida (que se le entregará con una urgencia pasmosa).

(En la ilustración, un retrato de Cristina, pintado por Frida Kahlo).

Leonardo Padura, "El hombre que amaba a los perros". Barcelona, Tusquets, 2009.

Un nuevo Velázquez



Ha sido hallado, al parecer, un nuevo velázquez. Un cuadro que estaba almacenado en los sótanos de la unversidad de Yale, catalogado como de un autor indeterminado del siglo XVII (cf. edición de hoy de El País).
El óleo es curioso, no sólo por la figura de Santa Ana -extrañamente masculina en su rostro-, o por la figura de la virgen niña -tan desvalida-, sino sobre todo por el tema. Cómo entendía un personaje del barroco, el mismísimo Velázquez, el aprendizaje de la lectura: como un acto privado, inserto en el ámbito doméstico. No había entonces lo que entendemos ahora por un sistema educativo (un invento decimonónico). Y si existían escuelas, estaban organizadas por instituciones eclesiásticas. De hecho, hasta casi el siglo XX, la única posibilidad de educación formal para las niñas era el convento. Pero, en general, la educación de las mujeres siguió los preceptos de "La perfecta casada" de fray Luis de León y se limitó a un aprendizaje somero de la lectura y una orientación intensiva hacia las tareas domésticas y las labores que se consideraban propias de su sexo.
No es extraño que una contemporánea de Velázquez, la novelista María de Zayas, escribiera: "Y así, la verdadera causa de no ser las mujeres doctas, no es defecto del caudal, sino falta de la aplicación, porque si en nuestra crianza, como nos ponen el cambray en las almohadillas y los dibujos en el bastidor, nos dieran libros y preceptores, fuéramos tan aptas para los puestos y para las cátedras como los hombres..." (pág. 15).

(En la ilustración, el óleo de Yale).

"Entre la rueca y la pluma. Novela de mujeres en el Barroco". Estudio, edición y notas de Evangelina Rodríguez Cuadros y Marta Haro Cortés. Madrid, Biblioteca Nueva, 1999.